Capítulo 3: Rubia

...Raquel dormía a pierna suelta.

No llevaba ni 3 noches en su casa y ya había aparecido un policía por la puerta. "Qué casualidad". Desde que iban juntas al colegio su compañía siempre le había traído problemas. Si no la conocías, la cara de niña buena y el dulce acento canario te podían despistar. Pero bastaba una tarde con ella para pensar que era la novia del diablo. Aunque Ana nunca se quejaba, sin duda la vida era más excitante con Raquel a su lado.

- Rubia...
Murmullos

- ¿Has robado un collar de diamantes últimamente?
Negación con la cabeza.

- Y supongo que tampoco tienes idea de porqué me acaba de interrogar un policía preguntando por un chico rubio con acento sudamericano, ¿verdad?

Sonrisa.
- Raquel, ¡¡NO PUDES ROBAR UN COLLAR DE DIAMENTES EN MI EDIFICIO!!
Aquel grito hizo levantar a Raquel de un salto. "Te he dicho que no he robado nada", dijo dolida y amenazante.

Aquello no alivió a Ana ni mucho menos, pero intentó poner actitud conciliadora:

- Vale, vale, perdona. Pero acabo de hablar con un tal Inspector Martínez de un robo, de un sudamericano rubio, y yo tengo en mi cama a una canaria de la que no me fio un pelo y que casualmente se ha cortado su eterna melena. ¿Nada que decir al respecto?

Raquel se tranquilizó y cambió el tono amenazante por una sonrisa orgullosa:
- Tengo un plan

Aquella era la frase preferida de Raquel. Y la que Ana más temía. Cuando la decía en el colegio con 7 años, la profesora iba a tener problemas. Si la decía en un bar con unas copas de más, algún pobre infeliz no tardaría en llevarse un guantazo de su pareja. Pero si la decía con casi 30 años tras la visita matutina de un inspector de policía, la idea podía ser realmente "brillante".

Así que Ana se limitó a preguntar con resignación:
- ¿Y cuál es el maravilloso plan esta vez Rubia?

a - Conquistar al inspector Martinez
b - Robar los planos de construcción de un cyborg
c - Montar un imperio gracias a la cocaína