Capítulo 4 - El plan

- Vender cocaína y hacernos millonarias.

Ana se quedó mirando a Raquel estupefacta.

- ¿Qué, que te parece? ¿Suena bien no?

Aquello no podía ser cierto.

- ... Sí... sin duda alguna el fin de tú plan suena excelente... pero no crees que hay un problema... ¿en los medios?
- Bueno, nadie ha dicho que ser rico sea fácil.
- Mira es sábado y quiero aprovechar el fin de semana. Si quieres seguir diciendo tonterías me parece bien, pero casi prefiero que se las cuentes a otro.

Aquello no sentó bien a Raquel.

-¿Por qué eres así? Te hablo de solucionar nuestro futuro y tu sólo ves pegas... ¿no puedes tener una actitud POSITIVA por una vez en la vida?

Ana no se lo podía creer. Raquel estaba hablando en serio. Había perdido la cabeza definitivamente y lo peor era que no se daba cuenta.

- A ver. Traficar con cocaína es un delito. Y de los grandes ¿Lo sabes no? ¿O se te había pasado por alto este pequeño DETALLE?

Raquel se estaba mosqueando.

- No cometeremos ningún delito porque lo primero que haremos será legalizarla.

Ana empezó a reirse.

- Ah vale, ahora lo entiendo todo. El plan es perfecto Raquel. De verdad, no se como no se me había ocurrido antes. Felicidades.
- Tú "fina" ironía me está empezando a tocar las narices.

Ana estuvo a punto de darle una bofetada para ver si volvía en sí. Pero prefririó contar hasta 10 despacio, sentarse tranquilamente en el sofá y tomarse aquello con calma y filosofía. Se sirvió un martini y decidió pensar que estaba en un teatro y que le iban a hacer un monólogo exclusivamente para ella. Además, no quería enfadarse con Raquel. No salía a cuenta.

- A ver Rubia, cuéntame tu plan. Soy todo oídos.

La mala leche le duraba a Raquel muy poco, sobretodo si su amiga le llamaba Rubia. Ana decía que era el lado femenino de Clint Eastwood en los westerns de Sergio Leone. Y Ella sabía perfectamente que su idea era igual de descabellada que las que tenía el Rubio en las películas que miraba (y admiraba) de pequeña. Pero quería demostrarse a si misma que tener el apodo de su ídolo de juventud no era casual.


Y empezó a contar su plan con entusiasmo. Llevaba mucho tiempo pensando en él y Ana lo notaba mientras la escuchaba. Hablaba de chantajear al inspector Martinez como si fuera pan comido y de mezclarse con los peces gordos de la política como si lo hubieran hecho toda la vida. Se notaba que Raquel había perdido muchas horas pensando en todo aquello y que traía el discurso ensayado.

Y entre sorbo y sorbo, Ana se dejaba seducir por sus palabras. No se podía negar que escuchar a su amiga era emocionante, y no tardó en contagiarse por su emoción. Sabía que las probabilidades de éxito eran muy escasas, pero también que hasta que volvieran a la realidad se lo iban a pasar muy bien. De hecho quería empezar cuanto antes a ponerse a las órdenes de la Rubia. Sobretodo cuando le oyó decir que el primer paso era...

- probar la futura mercancía cuanto antes
- conseguir pases para el cumpleaños del alcalde
- conquistar al inspector aquella misma tarde