Raquel se miró una última vez al espejo y se dirigió al Hotel Ars intentando concentrarse en la música de su iPod para tranquilizarse un poco.
Mientras, Ana, apoyada en la barra del bar de la fiesta, buscaba con la mirada a Joan Alegre. Pero sus ojos, inconscientemente, se pararon antes en el Inspector Martinez. Hablaba desenfadadamente con una mujer que rondaría los treinta y cinco años. Ana, sin darse cuenta, puso cara de pocos amigos. ¿Puede ser que esté celosa? Le vino entonces a la mente la imagen de Raquel con el uniforme del insituto que seguramente ya llevaría puesto. La Rubia preparandose para una misión de alto riesgo y yo celosa porque este hombre habla con una mujer. Soy lo peor...
- Perdona maca, m'apropes el cendrer?
Ana cogió el cenicero que estaba a su lado y se lo acercó al hombre que tenía a su espalda. Al mirarle, sonrió instintavemente. Mírale, aquí está.
- ¿Me invita a un cigarrillo señor Alegre?
- ¿Qué me conoces? ¿Todavía salgo en algún periódico?
- Menos de lo que debería...
Joan Alegre sonrió y Ana se dio cuenta que se lo había ganado con esas palabras. Rondaba los sesenta años, y tenía pinta de estar de vuelta de todo. Ser el tercer hombre de la lista de Iniciativa en Barcelona no tenía que ser muy estresante, sobretodo si te lo tomabas todo con calma, como parecía hacer él. Ana intento retenerle un rato más.
- Nunca hubiera dicho que se pasara usted por estas fiestas.
- Nunca rechaces una invitación guapa, y menos si proviene de tu enemigo político.
Ana sonrió. Alegre ya le había dado dos repasos a su escote pero a cambio podía aprender algo de su experiencia en el mundo de la política. Estuvieron hablando un buen rato de temas más o menos triviales, hasta que Ana consiguió sacar el tema de las drogas. Alegre había dicho hacía un par de meses que si por él fuera, las legalizaría todas.

Ana, que llevaba la lección aprendida desde casa, le sorprendió con una serie de argumentos que apoyaban su postura. Se inventó que había vivido una temporada en Amsterdam y que debido a ello había estudiado las ventajas que dicha legalización podría conllevar. Alegre escuchaba con atención y aportaba nuevos argumentos, así que Ana vio una posibilidad de un encuentro más serio:
- Oiga, igual le parecerá un poco extraño, pero me encantaría hablar sobre este tema con más calma alguna tarde...
Alegre pareció encantado con la propuesta.
- ¿Si? ¡Eso esta hecho! Será mucho más interesante que estudiarme las malditas encuestas...
Tras una hora de conversación Ana tenía una cita la semana siguiente para hablar de la legalización de la droga. Aquello iba a gustar a Raquel.
Sin dejarle tiempo para saborear su éxito, el Inspector se acercó por sorpresa con una de sus frasecitas:
a - Perdonde señor Alegre, ¿le importa si le robo a mi mujer 5 minutos?
b - Ana, yo me marcho, mañana me levanto temprano.
c - Vaya con cuidado Joan, esta señorita no es de fiar.
Mientras, Ana, apoyada en la barra del bar de la fiesta, buscaba con la mirada a Joan Alegre. Pero sus ojos, inconscientemente, se pararon antes en el Inspector Martinez. Hablaba desenfadadamente con una mujer que rondaría los treinta y cinco años. Ana, sin darse cuenta, puso cara de pocos amigos. ¿Puede ser que esté celosa? Le vino entonces a la mente la imagen de Raquel con el uniforme del insituto que seguramente ya llevaría puesto. La Rubia preparandose para una misión de alto riesgo y yo celosa porque este hombre habla con una mujer. Soy lo peor...
- Perdona maca, m'apropes el cendrer?
Ana cogió el cenicero que estaba a su lado y se lo acercó al hombre que tenía a su espalda. Al mirarle, sonrió instintavemente. Mírale, aquí está.
- ¿Me invita a un cigarrillo señor Alegre?
- ¿Qué me conoces? ¿Todavía salgo en algún periódico?
- Menos de lo que debería...
Joan Alegre sonrió y Ana se dio cuenta que se lo había ganado con esas palabras. Rondaba los sesenta años, y tenía pinta de estar de vuelta de todo. Ser el tercer hombre de la lista de Iniciativa en Barcelona no tenía que ser muy estresante, sobretodo si te lo tomabas todo con calma, como parecía hacer él. Ana intento retenerle un rato más.
- Nunca hubiera dicho que se pasara usted por estas fiestas.
- Nunca rechaces una invitación guapa, y menos si proviene de tu enemigo político.
Ana sonrió. Alegre ya le había dado dos repasos a su escote pero a cambio podía aprender algo de su experiencia en el mundo de la política. Estuvieron hablando un buen rato de temas más o menos triviales, hasta que Ana consiguió sacar el tema de las drogas. Alegre había dicho hacía un par de meses que si por él fuera, las legalizaría todas.

Ana, que llevaba la lección aprendida desde casa, le sorprendió con una serie de argumentos que apoyaban su postura. Se inventó que había vivido una temporada en Amsterdam y que debido a ello había estudiado las ventajas que dicha legalización podría conllevar. Alegre escuchaba con atención y aportaba nuevos argumentos, así que Ana vio una posibilidad de un encuentro más serio:
- Oiga, igual le parecerá un poco extraño, pero me encantaría hablar sobre este tema con más calma alguna tarde...
Alegre pareció encantado con la propuesta.
- ¿Si? ¡Eso esta hecho! Será mucho más interesante que estudiarme las malditas encuestas...
Tras una hora de conversación Ana tenía una cita la semana siguiente para hablar de la legalización de la droga. Aquello iba a gustar a Raquel.
Sin dejarle tiempo para saborear su éxito, el Inspector se acercó por sorpresa con una de sus frasecitas:
a - Perdonde señor Alegre, ¿le importa si le robo a mi mujer 5 minutos?
b - Ana, yo me marcho, mañana me levanto temprano.
c - Vaya con cuidado Joan, esta señorita no es de fiar.
6 comentarios:
la B, Ana no se lo merece.
Yo voto por la C, ya que el tono amigable de "Joan" que utiliza el inspector puede insinuar una relación pasada (y quizás tormentosa) entre ambos, que podría darle juego al tema.
Por cierto lo que nos interesaba era el hotel Ars y nos hemos quedado en ascuas!
Estoy entre la a y la c. Pero me decantaré por la c...
Me gusta que pueda aparecer cierta desconfianza.
Raquel está camino del Hotel Ars, digo yo que estará a punto de llegar
nada, está claro: A
A Ana esa frase la pondrá bien cachonda y puede desarrollarse ya el objetivo único de esta historia: el trío entre Ana, Raquel y Torrente, digo Martínez.
Sin duda, la C. Hasta el momento les ha salido todo bien. Quizá va siendo hora de que la cosa se líe un poco, no? Si no pronto diré: me abuuuurrroooooo!
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