martes, 8 de mayo de 2007

Chapter VII: Don Eberth

- Claro, sería lindo que vengáis a cenar a mi casa. ¿Como os va esta misma noche?

- Pues la verdad es que muy bien, porque no tenía pensado qué hacer al llegar a Granada y ya se está haciendo tarde.

- Podéis estar tranquilo porque aquí no es peligroso como en Managua, la gente es muy tranquila...

Hablando sobre cosas más o menos triviales de Nicaragua, el autobús llegó a su destino y, para mi sorpresa, un chófer nos esperaba para llevarnos a su casa. Lógicamente, sólo la esperaba a ella, pero yo también subí al coche después de que Carol le explicase al tal Raúl Gonzalez (fatídico nombre) que yo era un amigo español que acababa de conocer. Al tal Raúl no le hizo mucha gracia, pero encendió el Renault R-8 del año de la pera y manejó (como dicen aquí) hasta su casa.

Cuando llegamos, mientras Carol cogía las cosas que había comprado en el mercado y yo sacaba la mochila del maletero, el chófer dijo:

- Voy a avisar a Don Eberth de que han llegado.

¿Don Eberth?

- ¿Don Eberth es tu padre?

- Sí, he he - sonrisa, ojos verdes - en la casa todo el mundo le respeta mucho.

- ¿Y yo cómo tengo que llamarle?

- ¿Cómo dices?

- Hombre, supongo que yo no voy a llamarle Don Eberth...

- ¿Por qué...?

En ese momento salía su padre al jardín por la puerta principal.

- Así que tú eres el nuevo amigo de mi hija... - la frase puede parecer un poco chunga, pero no lo dijo en plan suegro protector, de hecho Carol había heredado la sonrisa de su padre. Aunque el bigote del padre le hacía un poco menos sexy...

- Es un honor conocerle, Don Eberth - al darle la mano me fijé que tenía una pequeña cicatriz en la ceja izquierda, y debía ser reciente porque Carol le dijo:

- Papito, ¿qué os pasó en la ceja? - tampoco había para tanto, pero se le veía preocupada.

- Ah, eso... no es nada, cariño, ahorita cuando estaba ordenando mi despacho me di un golpe con uno de los libros: Marx sigue pegando fuerte aunque esté muerto, he he. Tu papito cada día está más torpe...

Ya, al igual. Puso la misma cara que mi jefe cuando no me quería dar una información confidencial de nuestros clientes. Su padre empezó a caminar hacia dentro de la casa, y yo aproveché para pedirle a Carol si me dejaba escribir un mensaje con su móvil. He hecho bien en no traérmelo, pero al entrar en la casa me di cuenta de que mi madre debía estar muy preocupada:

"mama!stoy n Granada(Nicaragua),todo n orden.hoy ceno n casa d 1familia rica d aqi,m hehecho amigo d lahija.no t preocups,stoy feliz.besos"

message sent

Después de dejar la mochila en el recibidor y de saludar a la cocinera (gorda y negra, tal como me había imaginado), fuimos al comedor, y allí, sentados a la mesa, estaban:

a) Don Eberth, la madre y la hermana.
b) Don Eberth, la madre, otro matrimonio, 2 niñas y 2 niños.
c) Don Eberth y un tipo con pinta de americano.

4 comentarios:

Guille dijo...

Zaida, gracias por animarme a continuar la historia!
Y espero que todos los que la leáis dejéis comentarios, porque sino yo no sé cuanta gente la lee, ni cuáles son las preferencias de mi querido público... que la historia la escribimos entre todos!

El Escribiente

PD: Estos días estaré liado con Salsa Rosa, no me lo tengáis en cuenta!

Zaida dijo...

De nada Guille!
Esta vez me decanto por la opción c, siento curiosidad por saber que puede aportar el americano.

Ah! Y suerte en Salsa Rosa! Pero ni se te ocurra matar a tu padre, eh! Siempre he querido jugar con él...otra vez será.

houser & houser dijo...

ya que no veo la opción "Don Eberth y sancho panza", yo también escojo la C, confiando en que el americano sea stifler de american pie.

y guille deja de ligar con mis amigas

Anónimo dijo...

Yo elijo la b. Ese matrimonio puede tener oscuros secretos que afloren cuando estén terminando el segundo plato. También puede ser que sean unos mataos, pero espero que eso no ocurra.